El presidente de Telefónica, en un alarde estratégico, ha decidido, cual entidad de derechos de autor cualquiera, que los buscadores de Internet han de pagarles por hacer circular los datos por las redes de la compañía otrora pública y española. ¡Como si los clientes, suyos o de otros proveedores, no pagásemos ya por nuestro acceso a Internet! En definitiva, un intento más de romper la neutralidad de la Red.
Veámoslo con más calma. Para que exista un servicio web en Internet hacen falta tres cosas: una red por la que transmitir la información (a ser posible, cumpliendo la velocidad contratada), un proveedor de contenido de ese web, y usuarios que den sentido a la existencia de dicha información. Esta es la maravillosa ecuación que ha convertido Internet en el fenómeno que es hoy, con multitud de servicios diferentes, y con cientos de millones de usuarios en todo el mundo.
Sin proveedor de contenidos, ¿para qué íbamos a contratar los usuarios una conexión a Internet? Es decir, la red es necesaria para que el sistema funcione, pero en la actualidad, ante la diversidad de ofertas en este aspecto, y la nada desdeñable posibilidad de que seamos los propios usuario los que acabemos siendo proveedores de acceso, parece que el interés de las telecos en querer cobrar de ambos extremos de la comunicación se basa, única y exclusivamente, en la voracidad empresarial. Ante este tipo de ataques, somos los usuarios quienes debemos reaccionar: yo pago, yo elijo, y entonces elegiré al proveedor que respete las reglas del juego, me dé un mejor servicio al mejor precio posible, y que no se crea el ombligo del mundo.
Y garantizar mi posibilidad de elección es tarea del Gobierno. Aunque sea el español, que últimamente anda algo perjudicadillo.
Veámoslo con más calma. Para que exista un servicio web en Internet hacen falta tres cosas: una red por la que transmitir la información (a ser posible, cumpliendo la velocidad contratada), un proveedor de contenido de ese web, y usuarios que den sentido a la existencia de dicha información. Esta es la maravillosa ecuación que ha convertido Internet en el fenómeno que es hoy, con multitud de servicios diferentes, y con cientos de millones de usuarios en todo el mundo.
Sin proveedor de contenidos, ¿para qué íbamos a contratar los usuarios una conexión a Internet? Es decir, la red es necesaria para que el sistema funcione, pero en la actualidad, ante la diversidad de ofertas en este aspecto, y la nada desdeñable posibilidad de que seamos los propios usuario los que acabemos siendo proveedores de acceso, parece que el interés de las telecos en querer cobrar de ambos extremos de la comunicación se basa, única y exclusivamente, en la voracidad empresarial. Ante este tipo de ataques, somos los usuarios quienes debemos reaccionar: yo pago, yo elijo, y entonces elegiré al proveedor que respete las reglas del juego, me dé un mejor servicio al mejor precio posible, y que no se crea el ombligo del mundo.
Y garantizar mi posibilidad de elección es tarea del Gobierno. Aunque sea el español, que últimamente anda algo perjudicadillo.
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